dimecres, 2 de setembre del 2009

El poder emocional del cabello



Yo no pongo en duda que existan pocas terapias de belleza tan efectivas como salir de la peluquería con un acertado cambio de look. Cada una tiene sus maneras de atajar malos baches emocionales, y si bien a algunas les da por comprar una barra de labios o una fragancia para subir el estado de ánimo (los perfumes son unos de los productos que más compramos por impulso, según un estudio elaborado por Perfumerías Júlia), otras prefieren pasarse por el salón de peluquería pidiendo a gritos un corte de pelo o un cambio de color. Que, para qué negarlo, cuando resulta acertado es una excelente terapia. Por cierto, parece que también lo es usar un buen champú porque, según un artículo publicado en www.salon.com, de todos los ingredientes que tiene este básico cosmético (pueden llegar a ser más de 20), tan sólo dos o tres limpian. El resto juega un papel emocional importante que busca que nos sintamos bien mientras nos lavamos el cabello.

Volviendo al tema de los cambios del look, últimamente me han sorprendido, y mucho, los desorbitados precios que puede alcanzar un corte de pelo. Ya me parecían elevadísimos los 600 dólares (más de 400 euros) que cobra Serge Normant (estilista de Julia Roberts). Y los 800 (casi 600 euros) que vale un corte del estilista de Gwyneth Paltrow, Orlando Pita. Él lo justifica afirmando que “el cabello es uno de los primeros rasgos en los que se fija la gente” y que se trata de un proceso largo y laborioso de más de 80 minutos. Sin embargo, estos precios se quedan cortos en comparación con los de otro grande, Stuart Philips, que se permite cobrar hasta 20.000 libras (unos 23.000 euros).

Lo hace en su exclusivo salón de Covent Garden de Londres y, tal y como ha confirmado al Daily Mail, estas cifras incluyen, además de que el estilista esté disponible todo el día para ellas, servicio de guardaespaldas, aceites exóticos y carísimos para lavar el pelo, masajes de shiatsu previos al corte, chefs, limusinas para traslados y hasta intérpretes. Eso y mucha confidencialidad, porque este reputado estilista se niega a dar el nombre de sus clientas. “Sé que parece mucho dinero, pero todos estos cargos están justificados”, afirma.

No se trata de un corte de pelo al uso. Porque si el método tradicional al que estamos acostumbradas es el de llegar a la peluquería y exponer de forma más o menos concisa lo que queremos –yo procuro dar muchos detalles para evitar malos entendidos-, en la peluquería de Philips el protocolo es diferente. Antes de que se lleve a cabo el corte, la clienta rellena un cuestionario de 20 preguntas, entre las que se incluyen algunas como éstas: “¿Te gustaría contar con un personal shopper para ir de compras?” o “¿Necesitarías tener un guardaespaldas en la puerta del salón?”.

Sin duda, estas cifras contrastan con otra realidad porque, según The Wall Street Journal, debido a la crisis muchas peluquerías estadounidenses han sufrido una caída considerable en sus ingresos. ¿El motivo? La gente empieza a prescindir de las manos profesionales para cortarse el cabello en su propia casa.

Después de todo esto, propongo: ¿por qué no optar por un término medio?


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